Este post no va a ser formal, ni serio, no pretendo que lo sea, pues quiero escribir algo personal y sobre todo, especial. Esto se nos va de las manos, se nos va de las manos la ilusión de este grupo, un grupo unido hasta el punto de asemejarse a una gran familia vestida de morado. Esto se nos va de las manos en todos los buenos sentidos que podáis encontrar. Toda la alegría que cada uno de los jugadores que forman parte de este club me transmite a diario no lo había vivido antes (y ya son años en esto del bádminton). Estamos empezando, pero parece que lo que ha unido a toda esta maravillosa plantilla es de siempre.
Hoy he vivido uno de esos momentos que te trastocan un poco a uno mismo. Resulta que toda esta gente que he mencionado anteriormente se han propuestos darme una de las mayores sorpresas de cumpleaños de mi vida. Cuando juntan tantas mesas que ni caben en un bar para reunirse todos a escondidas, con el frió, en domingo y con la mejor energía posible, es que algo funciona bien. Es que algo se va de manos. Y estoy infinitamente agradecido por ello.
Agradecido de haberles conocido, de poder pasar casi (y sin el casi) el día a día hablando con ellos, enseñando bádminton, intentando mostrar todo lo maravilloso de este deporte, como lo son los momentos como este. Las personas estupendas que te encuentras y todo lo que se vive junto a una raqueta y un volante.
Estos personajes tan de buena energía han decidido que faltaba algo en el club y se han puesto manos a la obra (cómo no). Lo primero, una bandera que poder seguir, que poder ubicar en cada competición, lo segundo, una mascota que siempre nos acompañe en este camino. Dicho y hecho, bandera y mascota como regalo de este gran cumpleaños. Regalos para mi, regalos para el club, regalos para todos ellos.
Son muy grandes. Cada uno de ellos. Sin excepción alguna.
Muchísimas gracias, de verdad.